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jueves, 16 de abril de 2015

Olave: La escuela y la sociedad los dejan de lado

El arquero de Belgrano tiene una hija con síndrome de Angelman. No la admiten en colegios comunes, y en una especial le pidieron que fuera una hora por día, tres veces por semana. Está desescolarizada.

  •  Puro amor. Olave junto a su pequeña Arantza. Le da pena que muchos no puedan ver “lo que vienen a brindar estos niños, que es amor” (Sergio Cejas/LaVoz)
    Puro amor. Olave junto a su pequeña Arantza. Le da pena que muchos no puedan ver “lo que vienen a brindar estos niños, que es amor” (Sergio Cejas/LaVoz)



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“Es el partido más importante de mi vida”, grafica Juan Carlos Olave, el arquero del Club Atlético Belgrano, cuando cuenta la batalla diaria de su familia por lograr que su hija Arantza (10) sea incluida en un colegio común. La niña tiene síndrome de Angelman, un trastorno neurológico que le provoca un retraso mental y dificultades en el habla, entre otras cosas.
La niña comenzó su escolarización en un jardín de infantes con una maestra que comprendió que la única manera de incluir a la pequeña era que todos los niños de 5 años aprendieran el lenguaje de señas. Debe haber sido la mejor experiencia escolar que Arantza tuvo en la escuela.
Primer grado se complicó, y la familia Olave terminó peregrinando por escuelas comunes que rechazaban el ingreso. Hasta que finalmente, este año, Arantza ingresó a una escuela especial que terminó, a la fuerza, abandonando. Hoy está desescolarizada.
“La mandamos ahí por recomendación de la psicopedagoga, para que se fuera superando, pero debería integrarse a una escuela común. Ella observa y copia de sus pares; entonces hay que ponerle la vara alta... Le dan talleres, es un centro de día, una escuela. Hacía pocos meses que iba… Pero le dijeron que no fuera todos los días, sino tres veces por semana, una hora, porque los otros chicos le tienen miedo”, explica Olave.
El arquero no quiere hablar tanto de su caso, pero está decidido a contar su experiencia que es, asegura, la de otros papás que tienen, además, carencias económicas. Quiere que su testimonio se focalice en la situación general.
“Nos preocupa la inclusión de los chicos en la escuela, en la sociedad. Las posibilidades de sociabilizar, de desarrollarse, son muy pocas y no hay avances. Los chicos no llevan una vida normal como tiene que ser. Son diferentes, pero tienen sus cosas para poder crecer y no hay muchas oportunidades para ellos”, asegura. “Provoca impotencia, dolor, bronca”.
Juan Carlos subraya que para su familia Arantza “es una bendición de Dios” y que su caso es apenas uno entre miles. “Algunos casos son más complicados y con pocas posibilidades. Hay una resignación a tener a nuestros hijos dentro de casa bajo nuestra ala, pero tienen todo el derecho a jugar con otros”, opina. Y agrega: “Esta situación les quita a los niños sin dificultades la posibilidad de conocer y nutrirse de lo que brindan estos chicos. No saben lo que se pierden”.
Mundo adulto
La responsabilidad, aclara Olave, no es de los niños, sino de los adultos. “Estos chicos vinieron a ablandar el corazón de los grandes, pero el corazón no se nos ablanda”. “Tenemos que hacer algo. No hay maestras integradoras suficientes o muchos no las pueden pagar. Tenemos una deuda pendiente. Les damos cero posibilidades de mejorar sus vidas, de tener trato con la gente. Pienso en el sufrimiento de muchas familias”, subraya.
El papá de Arantza insiste en que la mayor preocupación es que se ponga en contacto con otros niños. Hoy, su hija realiza sólo actividades individuales: natación, equinoterapia… Otros, ni siquiera eso.
“El problema es de los grandes. Los nenes especiales tienen una vida igual a la del resto, pero se pierden los grupos, las amistades. Tenemos que tener lástima de nosotros mismos porque no podemos ver lo que vienen a brindar estos niños, que es amor”, sostiene. Cree, además, que las escuelas para niños especiales no deberían existir porque, considera, es una manera de discriminar.
Vale aclarar que la familia nunca hizo el reclamo al Ministerio de Educación.
 




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